jueves, 8 de mayo de 2014

Comentarios sobre Zeichner (III):Más allá de la línes divisoria. Presentación y comentario realizado por Ángeles Álvarez

MÁS ALLÁ DE LA DIVISIÓN ENTRE INVESTIGACIÓN DEL PROFESOR Y LA INVESTIGACIÓN ACADÉMICA.


En este capítulo de Kein Zeichner se estudian diferentes formas para acercar el mundo de la investigación del profesor del de la investigación académica. El autor defiende la necesidad de incluir en la investigación educativa tanto los conocimientos generados por los profesores como los que se producen en la universidad.

A continuación, pasaremos a enunciar una serie de ideas como algunas de las razones por las que se produce esa división entre la investigación del profesor y la académica. 

En primer lugar, se destaca que hoy día muchos profesores piensan que la investigación educativa que se realiza en las universidades es irrelevante para su vida en la escuela, y la mayoría de los docentes no recurren a esas investigaciones para informar su práctica y mejorarla. Del mismo modo, los profesores de universidad rechazan las investigaciones de profesores no universitarios por considerarlas insustanciales o intrascendentes para sus trabajos. 

En segundo lugar, cuando los académicos se unen al movimiento del profesor lo hacen, ante todo, para producir literatura académica y no para usar los conocimientos que los profesores han generado con sus investigaciones para informar su propio trabajo en la universidad. 

En tercer lugar, cabe mencionar que en su mayor parte, los investigadores educativos ignoran a los profesores no universitarios y viceversa, ya que siguen presentes ideas acerca de la investigación educativa como: es una actividad que realizan quienes son ajenos al aula y en beneficio también de quienes están fuera de ella ó; la teoría educativa es lo que otros de mayor estatus y prestigio en la jerarquía académica tienen que decir sobre los profesores y su trabajo. 

En cuarto lugar podemos destacar el uso entre los académicos de un lenguaje especializado que solo tiene sentido para investigadores académicos. Se produce una tendencia a pensar que cuanto más abstracto es el trabajo que se realice, mayor es su estatus en el orden jerárquico académico; y cuanto más útil y aplicable a la práctica es ese trabajo, menor es el estatus de quien lo realiza. 

En quinto lugar, otra razón de la falta de entusiasmo de los profesores no universitarios por la investigación no académica sobre educación es la frecuencia con que se ven retratados en la literatura bajo una luz exclusivamente negativa, en la que no se les reconoce por lo que conocen y saben hacer. 

En sexto lugar, podemos sostener que en los proyectos de investigación que se anuncian como un trabajo de colaboración entre profesores universitarios y no universitarios, los primeros se siguen llevando una gran porción del capital cultural. 
Y en séptimo y último lugar, podemos destacar que la propia estructura de la universidad desalienta a sus profesores de participar con los de centros no universitarios en debates sobre el significado y la relevancia de sus investigaciones, siendo fallidos los intentos por atraer a éstos a las conferencias que producen los profesores no universitarios. 

En definitiva, son muy pocos los profesionales que tratan con seriedad los conocimientos que generan los profesores no universitarios. Por todo ello, podemos concluir con que, en general, los profesores no ven mucho valor en los estudios de los académicos, y los académicos no ven mucho valor en la investigación de los profesores, lo que nos lleva a preguntarnos ¿Cómo podemos cruzar esa línea divisoria? 

 Zeichner, a partir de dos ejemplos, menciona como principios claves para superar esa línea: la necesidad de incorporar los profesores no universitarios a los debates abiertos sobre el sentido y la importancia de la investigación que realizan los profesionales de la educación; que se de una auténtica colaboración con los profesores en las investigaciones en que se rompan los viejos patrones del dominio de los académicos; y mediante el apoyo a la indagación iniciada por el profesor o la I-A por parte del profesor, recogiendo con seriedad los conocimientos que se producen mediante ese trabajo. 

Es por ello que debemos romper con los estereotipos de la visión del profesor como un ciudadano de segunda clase que debe seguir las directrices del experto académico, de igual forma que debemos hacer todo lo posible por compartir, publicar y difundir el conocimiento que resulta de estas I-A, para así poder llegar a un nivel de desarrollo mayor, de una forma más rápida y eficaz.

9 comentarios:

  1. Considero al igual que Zeichner que cualquier profesional que se dedique al mundo de la educación, debería ejercer su función como investigador, conocer el contexto en donde tiene lugar su trabajo y fundar su trabajo en la base de otras teorías, y por consiguiente investigaciones anteriores, pero utilizando su propio razonamiento. El autor plantea la necesidad de que exista un trabajo conjunto entre profesores universitarios y profesores no universitarios, para utilizar el conocimiento en el plano social y cultural. Por otro lado, los estudios que se plantean en el ámbito universitario se basan en teorías de otros autores, es necesario en este sentido conocer un amplio abanico de teorías, para llegar a una conclusión propia. En ocasiones el hecho de replantear teorías de varios autores y no ser concisos con una genera demasiada dispersión en los trabajos y en las lecturas academicas, el trabajo docente debería ser igual de respetable en todas las instituciones y cada profesor debería tener la oportunidad de replantear su propia teoría, utilizando su reflexión y experiencia en el aula como profesional de lo académico; sin embargo el papel del profesor no universitario lleva consigo una imagen sesgada de profesional de segunda clase, sería necesario según este autor romper el estereotipo y permitir al docente ocupar el lugar que le corresponde en el plano social. La única manera de contribuir al bienestar social es generar soluciones a problemas y ésto se realiza a través de la colaboración conjunta y el enrequicimiento de las experiencias compartidas, o dicho de otro modo las investigaciones.

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  2. Considero que para mejorar la labor docente y solucionar los distintos problemas educativos que pueda haber, tanto los profesores universitarios como los docentes no universitarios deben colaborar trabajando en equipo en las investigaciones educativas. Es absurdo pensar que los conocimientos que se generan en la práctica de las escuelas no son válidos para las investigaciones que llevan a cabo los profesores de la universidad, y viceversa; que las investigaciones de los profesores universitarios no son importantes para el trabajo de los docentes en las escuelas.
    Estas perspectivas son las que han tenido durante mucho tiempo tanto académicos como profesores no universitarios. Esto se debe en gran medida a que se concibe la investigación educativa como una actividad que sólo pueden realizar quienes son ajenos al aula y poseen un mayor estatus académico sobre el trabajo de los profesores de las escuelas, sin su intervención. A su vez, el hecho de que en estas investigaciones se describa con mayor frecuencia aspectos negativos de su trabajo que positivos, no ayuda a que los docentes no universitarios se interesen por la investigación educativa; y aunque existan investigaciones en las que colaboren profesores universitarios y no universitarios, los primeros se siguen llevando una gran peso de los conocimientos generados. Asimismo, desde las universidades, tampoco se anima a sus docentes a compartir en los centros escolares la importancia de sus investigaciones.
    Por tanto, coincido con Zeichner en que hay que acercar a los profesores no universitarios a la investigación educativa y que los profesores universitarios deben apoyar la I-A que los docentes de la escuelas lleven a cabo en sus aulas, rompiendo con las viejas concepciones de que la investigación sólo se pueden llevar a cabo desde las universidades, dándose una verdadera colaboración entre ambos profesionales y apoyando estas investigaciones a través de su difusión.

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  3. Zeichner considera que hay dos razones que separan la investigación del profesor de la investigación académica Por un lado el profesor universitario cree que el trabajo su de los maestros es algo trivial y estos consideran irrelevante su trabajo para mejorar su práctica docente.
    Zeichner estudia diferentes formas para acercar el mundo de la investigación del profesor al de la investigación académica, defiende la necesidad de incluir en la investigación educativa tanto los conocimientos generados por los profesores como los que se producen en la universidad.
    Distintos puntos que divide la investigación del profesor y la académica:
    • Tanto profesores universitarios como maestros rechazan sus respectivas investigaciones por considerarlas irrelevantes para su docencia.
    • Cuando los académicos se unen al movimiento del profesor lo hacen, ante todo, para producir literatura académica y no para usar los conocimientos que estos han generado con sus investigaciones para informar en la universidad.
    • Los investigadores educativos ignoran a los profesores no universitarios y viceversa, ya que siguen presentes ideas acerca de la investigación educativa como: es una actividad que realizan quienes son ajenos al aula y en beneficio también de quienes están fuera de ella ó; la teoría educativa es lo que otros de mayor estatus y prestigio en la jerarquía académica tienen que decir sobre los profesores y su trabajo.
    • El uso entre los académicos de un lenguaje especializado solo tiene sentido para investigadores académicos. Se produce una tendencia a pensar que cuanto más abstracto es el trabajo que se realice, mayor es su estatus en el orden jerárquico académico; y cuanto más útil y aplicable a la práctica es ese trabajo, menor es el estatus de quien lo realiza.
    • La falta de entusiasmo de los profesores no universitarios por la investigación no académica sobre educación es la frecuencia con que se ven retratados en la literatura bajo una luz exclusivamente negativa, en la que no se les reconoce por lo que conocen y saben hacer.
    • En los proyectos de investigación que se anuncian como un trabajo de colaboración entre profesores universitarios y no universitarios, los primeros se siguen llevando una gran porción del capital cultural.
    • La propia estructura de la universidad desalienta a sus profesores de participar con los de centros no universitarios en debates sobre el significado y la relevancia de sus investigaciones, siendo fallidos los intentos por atraer a éstos a las conferencias que producen los profesores no universitarios.
    • Son muy pocos los profesionales que tratan con seriedad los conocimientos que generan los profesores no universitarios. Por todo ello, podemos concluir con que, en general, los profesores no ven mucho valor en los estudios de los académicos, y los académicos no ven mucho valor en la investigación de los profesores, lo que nos lleva a preguntarnos ¿Cómo podemos cruzar esa línea divisoria?
    Para Zeichner es necesario incorporar los profesores no universitarios a los debates abiertos sobre el sentido y la importancia de la investigación que realizan los profesionales de la educación; que se de una auténtica colaboración hacer todo lo posible por compartir, publicar y difundir el conocimiento que resulta de estas I-A, para así poder llegar a un nivel de desarrollo mayor, de una forma más rápida y eficaz entre ambos.

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  4. Debemos tener en cuenta que el profesorado realiza una actividad muy importante tanto dentro como fuera de su actividad como transmisor de conocimientos: el profesorado influye notablemente en la vida del alumnado y el hecho de que muchos de ellos se desentiendan de la investigación hace que la brecha entre el profesorado sea cada vez mayor.

    Además se debe tener en cuenta que tanto profesorado universitario como no universitario forman parte de algo más; algo más grande que no pueden dejar de lado: la educación.

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  5. Alba Tamargo comentó que:
    En este capítulo que sigue, Zeichner deja a entrever la importancia que subyace a la incorporación de las perspectivas, tanto académicas y universitarias, como profesionales, dado que una sin la otra carecerían de sentido y ambas son complementarias y necesarias en el curso de las investigaciones y los avances sociales. Se considera que la teoría es necesaria para partir de una base previa y sustentar nuestros juicios de valor sobre conocimientos adecuados. Pero también será importante el estudio de la realidad inmediata de las aulas, de lo inductivo, partir de los problemas que se generen en la práctica docente, porque estos son los que son y sólo se manifiestan en el curso de la actividad escolar, no en el despacho de aquellos profesionales universitarios que estudian la educación, ni tampoco en las hojas que componen los manuales educativos y los libros de texto. Por lo tanto, se debería conseguir un ajuste de retroalimentación entre ambas.
    Sin embargo, parece ser que no existe excesivo entendimiento entre aquellos profesionales académicos y los profesores que imparten docencia en las instituciones educativas, puesto que consideran los hallazgos del contrario irrelevantes para su propio trabajo. Ello se debe a múltiples causas, ya articuladas anteriormente en la lectura del capítulo VII de Zeichner. Parecen no hablar el mismo lenguaje, articulado siempre en términos científicos y siendo éste el más reconocido y valorado, acompañado este aspecto del desprestigio y el menosprecio que se le atribuye al profesor de aula. (Un claro ejemplo de ello lo encontramos en nuestra sociedad: ser maestro no es equiparable a ser médico, o ser abogado, por ejemplo. En numerosas ocasiones, se comenta que es una profesión que exige muy poco estudio y preparación y que “eso lo aprueba cualquiera”. No obstante, en países como Finlandia existe una alta valoración de la docencia, existiendo profesionales enormemente cualificados y no pudiendo acceder a estos estudios nada más que aquellos alumnos que obtienen puntuaciones elevadas en las pruebas equivalentes a la PAU o selectividad española).
    Esta divergencia sucede porque la investigación es considerada por algunos como una actividad que realizan quienes son ajenos al aula y en beneficio también de quienes están fuera de ella, y porque la teoría educativa se reduce a lo que otros tienen que decir acerca de los docentes y de su trabajo que, normalmente, suele resultar siempre bastante negativo. Es aquí cuando se pierde el interés por una negociación, pacto o colaboración entre profesionales. La sociedad concede más relevancia o estatus a los académicos de la universidad, por lo que se piensan que poco o nada tienen que aprender de los profesores y, éstos, enormemente ofendidos, rechazan cualquier toma de contacto con el mundo universitario. Hay que tener en cuenta que, cuando a un niño pequeño le reprimes constantemente, y sólo le recalcas los fallos que comete en una actividad como, por ejemplo, la de realizar cuentas en la asignatura de Matemáticas, el muchacho acabará por perder el poco interés que tenía por la materia. Al igual sucederá con cualquier trabajador al que se le propicien malos tratos en su trabajo. Por eso, se muestra como necesario facilitar el camino y potenciar los aspectos positivos de nuestros profesionales docentes para producir motivación. Será necesario que ambos mundos se fusionen en uno sólo y que persigan un fin común, en vez de entorpecerse e ignorarse.

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  6. Y continuó así:
    La exclusión femenina de ciertas prácticas y la redacción de las investigaciones, plasmadas en un tono riguroso e inaccesible para los profesionales de la práctica, poco ayudan en esta tarea de avance. Esto supone una enorme contradicción. Recordemos que, por una parte, la mayoría de los profesores que imparten docencia pertenecen al sexo femenino y que aquellos que han de aplicar las investigaciones en el contexto son precisamente hacia los que no van dirigidos los hallazgos académicos, puesto que éstos se redactan en un lenguaje del que se encuentran al margen. Precisamente estamos excluyendo de la tarea a figuras fundamentales. Es como si nos propusiéramos crear una producción cinematográfica suprimiendo la historia de los protagonistas, que será la trama central y el hilo conductor que relacionará al resto de personajes y situaciones de la película.
    Otro punto interesante que me gustaría discutir es la única preocupación de muchos investigadores por reunir los numerosos datos e informaciones que les son exigidas por el gobierno. Una vez obtenidas, aquellos profesionales que les han brindado colaboración no vuelven a saber nada más de ellos. Opino que, en el ámbito académico, estamos demasiado centrados en ocuparnos de la cantidad en vez de la calidad. Y así se refleja en la formación universitaria de los alumnos desde los inicios. En nuestra universidad, por ejemplo, es impensable que un alumno investigue por su cuenta un tema que le interese, o se siente detenidamente en su casa a reflexionar y a indagar sobre un texto que le ha llamado la atención. Al estar sobre saturados constantemente con trabajos, es poco probable que encontremos tiempo para descubrir la verdadera luz de un escrito puesto que, siempre has de acabar algo rápido para presentarlo al profesor, y pasar a lo siguiente. Esta tendencia se reproduce tanto en las escuelas, como en las universidades, como en el trabajo, y considero que la saturación y la presión son los enclaves que impiden la reflexión sobre la utilidad y el potencial de las propias prácticas, que se consideran el fin último de todo aprendizaje. Estamos demasiado centrados en la cantidad y en los resultados, como para prestar atención a los procesos, sobre todo cuando los beneficios que te reportan son escasos o prácticamente inexistentes. Existe un dicho muy común que afirma “nunca te van a preguntar cuánto tiempo te llevó, ni cómo lo has hecho. Te van a decir si está bien o mal, si es o no apto”. Hablamos siempre de resultados cuantificables, incluso hasta en el lenguaje coloquial.
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  7. Para concluir de esta manera:
    Pero es que parece ser que no interesa modificar los procesos de aprendizaje, ni tampoco pensar de otra forma, ni tener amplitud de miras, ni cruzar la línea divisoria que separa a unos profesionales de otros. Queda patente que, visto lo visto, la investigación educativa hasta el momento ha resultado ser muy poco pedagógica, basada siempre en la venta de soluciones y estratagemas educativas (“desarrollo del profesorado de poción mágica”), que acarrean altos costes, cuya inversión podría haber sido empleada en otros menesteres que verdaderamente interesen, como puede ser el ejemplo del proyecto basado en la enseñanza de las Matemáticas al que hace referencia el texto, o el proyecto de Moll, en contraposición a los aprendizajes verticales y memorísticos tradicionales.
    Existen posibilidades y experiencias enormemente interesantes para trabajar en conjunto entre alumnos y profesores que, dado que se encuentran basadas en la experiencia, otorgarán un beneficio mayor que la repetición sistemática de la lección. (Recordemos los principios constructivistas y el tan renombrado aprendizaje significativo de Ausubel). Sin embargo, estas investigaciones son costosas y acarrean un mayor empleo de tiempo, dinero y esfuerzo que, en muchas ocasiones, no se está dispuesto a emplear.
    Interesantísimo el proyecto propuesto por Moll y muy inteligente y estructurada la forma en la que éste se llevó a cabo: existiendo paridad en las relaciones entre profesores e investigadores y reciprocidad en el proceso. La temática y su tratamiento también son dignos de mención. Es un claro ejemplo de, cómo a partir de las situaciones que se viven en el aula, se pueden desarrollar aprendizajes que trascienden al beneficio común, como en este caso supone la comprensión holística de los alumnos de las formas de vida y tradiciones cotidianas de cada uno de sus compañeros

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  8. En su artículo, Kein Zeichner nos presenta la problemática existente entre la investigación del profesor y la investigación académica y la brecha existente entre ellas, la cual dificulta que el mundo educativo se vea plenamente favorecido por dichas investigaciones.
    Existen diferencias bastante grandes entre los docentes de centros educativos y los profesores de universidad, lo que conlleva a una falta de entendimiento entre ambos colectivos, como si estos no actuaran dentro del mismo campo, que es la educación. No podemos olvidar que, aunque formen alumnos de niveles cognitivos totalmente diferentes, unos no se tienen por qué sentir superiores a los otros por el simple hecho de transmitir conocimientos y enseñanzas de mayor complejidad. De hecho, la cuestión será transmitir dichos conocimientos de la mejor forma posible y con los mejores resultados, independientemente de su nivel de dificultad. Aquí es donde entraría el concepto de investigación en la acción, ya que es la que nos permitiría progresar en nuestras prácticas como profesionales de la educación. Es la que nos posibilitará vernos a nosotros mismos como maestros o profesores y analizar nuestras metodologías y nuestras decisiones, ver nuestros defectos (y también nuestras virtudes) y nuestros fallos en la acción, para, de ese modo, actuar en consecuencia y progresar como educadores.

    Tan importante y enriquecedor será un documento teórico (en forma de artículo, revista o libro) realizado por un docente universitario, como lo será el diario de un maestro o maestra de escuela que cuente sus experiencias diarias en el aula, sus metodologías, problemáticas, soluciones, etc… Por todo esto, se antoja necesario un cambio de mentalidad, una ruptura de barreras y un paso hacia adelante para aparcar todas estas diferencias por el bien de la comunidad educativa en su conjunto. Una retroalimentación de conocimientos y experiencias es positivo para todos/as, para crecer como maestros/as y/o profesores/as, pero también como personas.

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  9. Si investigamos para poner al descubierto los horrores del sistema educativo, siendo injustos con los profesores, no ya como profesionales, sino como personas, la lógica nos conduce a pensar que la relación entre el mundo universitario y no universitario cada vez será menos estrecha. Se ha dicho que los profesores son un sin fin de calificativos terribles y que están atrincherados en la mediocridad. No podemos separar la educación en dos segmentos, hemos de considerarla como lo que es, un todo. Necesitamos tender un puente que una dos mundos, el de la investigación del profesor no universitario y el de la investigación académica. Acerquémonos, dejemos ese lenguaje especializado que sólo entienden los académicos (o alguno de ellos) y convirtámoslo en algo más útil, aplicable y entendible sin que por ello decrezca el estatus de quien lo transforme.

    Parece que en el mundo docente, está muy fijada la idea de que la investigación es una actividad que realizan quienes son ajenos al aula y en beneficio también de quienes están fuera de ella. En cierta manera, puede parecer que son otros quienes debaten lo que ellos mismos deberían debatir, al igual que son otros quienes se benefician de una economía que les recompensa por interpretar su mundo. Ahí quizás radique el mayor problema, las cosas no se hacen para mejorar, para indagar y transformar una realidad, sino con un objetivo económico basado en la publicación rápida y continuada de trabajos sin ni tan si quiera el uso de un proceso de investigación-acción para estudiar sus propias prácticas. Un esfuerzo no puede deparar en analizar el trabajo de los demás para desvelar los fallos sin ninguna otra ambición más que salir airoso y triunfante por la publicación de un determinado hallazgo.

    Los profesores universitarios se siguen llevando una mayor porción del capital cultural que se reparte por realizar una investigación, a pesar de que ésta se anuncie como trabajo de colaboración entre éstos profesores y los de centros de primaria o secundaria. No tiene sentido, al igual que no lo tiene, como anteriormente expuse, que quienes más se beneficien de este trabajo sean los universitarios y su carrera, dejando a un lado el mundo exterior, lo que verdaderamente importa. Debemos de confiar más en los conocimientos que los profesores generan mediante sus indagaciones, son los que verdaderamente están dentro del objeto de estudio. Esto no quita para que el trabajo con investigadores complemente una tarea que debería ser conjunta. Si éstos brindan la oportunidad al profesorado de decidir cómo relacionar los conocimientos sobre el aprendizaje del alumno con lo que ya sabe sobre la enseñanza, y de resolver cómo utilizarlos en sus clases, la cosa cambiaría. Los profesores se sentirían respetados, valorados. No se trata de ponerlos en contacto con las conclusiones de la investigación académica, sino hacer que a esa conclusión se llegue conjuntamente.

    Ha de quedar claro que tanto los conocimientos del profesor como los académicos, pueden documentar los esfuerzos por mejorar la escuela. Hay muchas maneras de trabajar en colaboración, por ejemplo, si los investigadores proporcionasen conocimientos sobre métodos de investigación a los profesores, éstos podrían proporcionar a los primeros la experiencia sobre el contexto, el currículum y la enseñanza de la escuela. Tenemos que conseguir una auténtica reciprocidad.


    Sé que cuesta romper los viejos patrones jerárquicos, pero ha de quedar claro que ni los profesores son ciudadanos de segunda clase, ni los investigadores tienen la potestad sobre estos de imponer las directrices que les plazca por el echo de considerárseles “expertos” académicos.

    Los debates abiertos sobre el sentido y la importancia de la investigación deben confluir en ambos mundos. La colaboración ha de acabar rompiendo los patrones de dominio de los académicos y respetando la investigación – acción por parte del profesorado.

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